MARTES 6

  • Mt 9,32-38

Nunca se había visto nada semejante

Al paso de Jesús, por ciudades y pueblos, va encontrando multitudes extenuadas y desamparadas (v. 36), abandonadas por un sistema que se ha olvidado de ellasnos les permite hablar y la indiferencia agrava sus enfermedades y dolencias.

El gesto de Jesús es distinto: se compadece. Hace suyos sus sufrimientos y los acoge con misericordia. El evangelio del Reino que él predica (v. 35) transforma la realidad y la humanizaexpulsa demonios (impedimentos), cura y compromete a sus seguidores en es misma transformación: La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos. Rueguen, por lo tanto, al dueño de la mies que mande trabajadores a sus campos (v. 38).

La mies es la misma, los trabajadores somos nosotros…

Mario A. Hernández Durán, Teólogo.