DOMINGO 30 ABRIL

DOMINGO IV DE PASCUA

  • Hch 2,14.36-41; Sal 22; 1Pe 2,20-25; Jn 10,1-10

Pertenecemos a un mundo que hemos recibido como herencia generosa de manos del Creador, la casa común donde hay sitio para todos, sin excepciones, y donde la abundancia de la tierra produce alimento suficiente para que nadie perezca de hambre. Aquí, en este mismo mundo, habitamos como hijos del Padre y hermanos unos de otros, animados por la fraternidad en Jesucristo y regidos por una ley que transforma los corazones: el amor.

Nos obstante, nos hemos empeñado en contravenir ese ideal originario y, despreciándolo, nos despreciamos a nosotros mismos, con el afán, tal vez, de re-crear el mundo (¿o des-crearlo…?) haciéndolo inhóspito, inhumano y corrompido.

La pregunta de la multitud a Pedro, es hoy la pregunta que desgarra los corazones de tanta gente en busca de la libertad y la felicidad perdidas: ¿Qué tenemos que hacer, hermanos? (Hch 2,37): Ante todo, detener el vertiginoso paso de la inconsciencia y depurar mirada y oído para escuchar otras voces y mirar otros caminos; en una palabra, convertirse. Echar marcha atrás, si es necesario, intentando, como advierte Pedro, ponerse a salvo de este mundo corrompido(Hch 2,40).

Ponerse a salvo implica varias cosas: valor, entereza, paciencia para soportar los sufrimientos (1Pe 2,20) y, como decía Teresa de Jesús, tomar una determinada determinación… Y todo, con un objetivo: hacer el bien siguiendo las huellas de Cristo (vv. 20-21).

En él reconocemos la puerta que nos conduce a verdes praderas y fuentes tranquilas para reparar las fuerzas(cf. Sal 22), y, así, poder distinguir entre su voz y la voz del ladrón que roba, mata, destruye, divide y oprime.

¿Qué tenemos que hacer?: Reconocer su voz, él llama a cada uno por su nombre y nos conduce fuera, poniéndonos a salvo del pecado y vivir para la justicia (cf. 1Pe 2,24).

¡Conviértanse… y recibirán el Espíritu Santo! (Hch 2,38)

Mario A. Hernández Durán, Teólogo.