DOMINGO 8

DOMINGO IV DE PASCUA

Escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen (Jn 10,27)

VER

El mundo carece de guías seguros y honestos, que escuchen al pueblo y atiendan sus necesidades; guías capaces de alzar la voz ante las injusticias y defender los derechos de los débiles y los olvidados.

Tenemos líderes y gobernantes que velan por sí mismos, cuidan de sus intereses y se preocupan por lo que es suyo; despojan, roban, se apoderan de lo ajeno, haciendo uso de una autoridad que, más allá de representar orden y equilibrio, pone en riesgo la vida y la dignidad de la gente.

A diario escuchamos y vemos cómo los grupos delictivos, que ostentan su poder a través de las armas, la violencia y el dominio territorial, pelean el “liderazgo” que marque el rumbo y decida el porvenir de pueblos y comunidades.

¿Son acaso, todos ellos, los pastores y guías que necesitamos, o los únicos que tenemos…?

No obstante, siempre habrá pastores buenos, encarnados en madres y padres que protegen y cuidan a sus hijos; en maestros, médicos, ministros, religiosas y religiosos, obispos y presbíteros que escuchan, orientan, resuelven y están dispuestos a dar la vida por los suyos; pastores que están y sirven.

ILUMINAR

Por eso están ante el trono de Dios y le sirven día y noche en su templo, y el que está sentado en el trono los protegerá continuamente. (Ap 7,15)

Estar y servir, actitudes de fe que reflejan las más profundas convicciones de aquellos que creen en un Dios que, de igual manera, está y sirve; la certeza de que en él la esperanza queda colmada y todo es posible. Un Dios generoso, que protege a su pueblo para que no sufra de hambre ni sed… (cf. v. 16).

Y, ¿cómo podría protegerlo desde el trono?, sería la pregunta de un corazón insensato y duro: Por medio del Hijo, que ha enviado, el pastor que conduce a las fuentes del agua de la vida (v. 17). Un pastor que está en medio de la gente, como el que sirve (Lc 22,27), camina entre ellos, los conoce y nadie le es indiferente; no perecerán jamás y nadie las arrebatará de su mano. (cf. Jn 10,28)

Entre las ovejas y el pastor se gesta una relación dialéctica de amor y confianza: escuchan su voz y lo siguen (cf. v. 27), y él les da la vida eterna (v. 28). Esta peculiar relación se extiende al discipulado, a los seguidores que han hecho suya la misión de predicar el evangelio a todos los pueblos, creyentes y no creyentes: Así nos lo ha ordenado el Señor, cuando dijo: Yo te he puesto como luz de los paganos, para que lleves la salvación hasta los últimos rincones de la tierra. (Hch 13,47)

En Pablo y Bernabé descubrimos que ser pastor se convierte en llamado (vocación) y misión para todos; estar en medio del pueblo, y ante Dios, y servirlo.

Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen (Jn 10,27)

ACTUAR

El Papa Francisco nos inivta a descurbirnos en el Pastor:

[…] Las ovejas que escuchan y saben que son conocidas siguen: escuchan, se sienten conocidas por el Señor y siguen al Señor, que es su pastor. Y quien sigue a Cristo, ¿qué hace? Va donde va Él, por el mismo camino, en la misma dirección. Va a buscar a quien está perdido (cfr. Lc 15,4), se interesa por quien está lejos, se toma en serio las situaciones de quien sufre, sabe llorar con quien llora, tiende la mano al prójimo, se lo carga sobre los hombros. ¿Y yo? ¿Me dejo solo amar por Jesús y del dejarse amar paso a amarlo, a imitarlo? Que la Virgen Santa nos ayude a escuchar a Cristo, a conocerlo cada vez más y a seguirlo en el camino del servicio. Escuchar, conocerlo y seguirlo. (Regina Caeli, mayo 8 de 2022).

Mario A. Hernández Durán, Teólogo.