- Jn 16,5-11.
¿A dónde vas?
Constantemente preguntamos ¿Dónde estás? ¿Dónde te encontramos? Pareciera que el Señor se ha ido y nos ha abandonado. Suplicamos, imploramos, gritamos en los momentos más aciagos de la vida.
Igual que a sus discípulos, nos dice hoy: me voy al que me envió (v. 5). Y su mirada, que penetra los sentimientos de cada corazón, percibe nuestra tristeza y la desesperanza que nos hunde en el llanto.
No nos ha dejado solos: Les conviene que me vaya; porque si no me voy, no vendrá a ustedes el Paráclito; en cambio, si me voy, yo se lo enviaré (v. 7).
El Espíritu habita en nosotros, el agua bautismal nos empapa de su presencia y nos fortalece para ser testigos del Señor. Cuando él se va, comienza el tiempo de la Iglesia, nuestro tiempo.
Mario A. Hernández Durán, Teólogo