DOMINGO 3

DOMINGO I DE ADVIENTO

Velen y estén preparados… (v. 33)
  • Is 63,16-17-19; 64,2-7; Sal 79; 1Cor 1,3-9; Mc 13,33-37

Cuando los horizontes de la vida se abren ante nosotros, nos obligan a mirar más allá del hoy que nos atrapa. Al sentirnos llamados e impulsados extender la proyección del ser, propio y colectivo, hacia la trascendencia, comprendemos que no sólo hay algo por descubrir o potenciar, sino algo que está por venir a nuestro encuentro: la eternidad de Dios que quiere acercarse a la finitud del hombre.

Es un hecho inminente, pero es necesario velar y estar preparados, porque no sabemos cuándo llegará el momento (v. 33).

Esta es la esencia del adviento: nos recuerda que siempre hay que estar dispuestos a las continuas novedades del Reino y que la esperanza es posible en todo momento. Ambas cosas, novedad y esperanza, suceden y están latentes al anochecer, a la medianoche, al canto del gallo o a la madrugada (v. 35).

El adviento nos recuerda también que Dios ha venido a poner su morada, perenne y definitiva, en medio de nosotros (cf. Jn 1,14); no para vivir en soledad, sino para formar una familia donde a cada uno se ha encomendado algo qué hacer (cf. v. 34), con una exigencia radical que se traduce en actitudes concretas: responsabilidad, compromiso, disponibilidad y presencia: ¡estar velando!

El mundo, que se plantea como alternativa de confrontación al Reino, nos seduce, nos confunde, nos trastorna…, a tal gado, que nos hunde en la negación de nosotros mismos y en el olvido sistemático de lo que somos, hasta quedar dormidos(ausentes e indiferentes) y no percatarnos de ese Reino que vibra y palpita en cada acontecimiento, en el sufrimiento del hermano o en el amanecer que nos dice que el sol nace de lo alto para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte (Lc 1,78-79).

El Señor llega a nuestras vidas, pero no vaya a suceder que llegue en cualquier momento y nos halle durmiendo. Lo que les digo a ustedes, lo digo para todos: permanezcan alerta (vv. 36-37).

Mario A. Hernández Durán, Teólogo.