DOMINGO V DE PASCUA

MAYO 2 DE 2021

DOMINGO V DE PASCUA

VER

Permanecer y perseverar, dos experiencias que en toda relación humana y en todo compromiso, son fundamentales, sobre todo, cuando se busca lo permanente, lo duradero y estable en la vida.

Pero la realidad nos muestra un panorama distinto: lo relativo en todo lo que hacemos, la temporalidad y la caducidad como medidas de duración, van marcando nuestros proyectos con “carácter” de transitoriedad. Alcanzamos objetivos, que son como paliativos: satisface nuestros deseos más inmediatos, para luego olvidarlos. 

¿El amor? Un sentimiento de intensidad variable, que así como llega, se va. ¿Amamos realmente? Tal vez de cuando en cuando, aunque hemos dejado de vivir amando…

ILUMINAR

Hch 9,26-31; 1Jn 3,18-24; Jn 15,1-8

Hijos míos: No amemos solamente de palabra, amemos de verdad y con las obras (1Jn 3,18).

El apóstol Juan no se refiere a cualquier expresión de amor, sino, como bien dice, al amor verdadero, que tiene su origen en Dios, se configura por medio de la fe en Jesucristo y se concreta en la vida fraterna y el amor mutuo (cf. v. 23).

Dicha fraternidad se convierte en lugar teológico, donde Dios habita y se hace presente; comunidad que se alimenta de la Palabra y se rige con los mandatos que afloran de la voluntad del Padre; por eso, quien cumple sus mandamientos permanece en Dios y Dios en él. (v. 24)

Permanecer y perseverar en adhesión total al Señor, como los sarmientos a la vid, donde el amor es la savia que fluye de unos a otros, alimenta, nutre y fortalece.

Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y se les concederá. La gloria de mi Padre consiste en que den mucho fruto y se manifiesten así como discípulos míos. (Jn 15,7-8)

ACTUAR

Pero también Jesús, como la vid con los sarmientos, nos necesita. Tal vez nos parezca audaz decir esto, por lo que debemos preguntarnos: ¿en qué sentido Jesús necesita de nosotros? Él necesita de nuestro testimonio. El fruto que, como sarmientos, debemos dar es el testimonio de nuestra vida cristiana. Después de que Jesús subió al Padre, es tarea de los discípulos, es tarea nuestra, seguir anunciando el Evangelio con la palabra y con obras. Y los discípulos —nosotros, discípulos de Jesús— lo hacen dando testimonio de su amor: el fruto que hay que dar es el amor. Unidos a Cristo, recibimos los dones del Espíritu Santo, y así podemos hacer el bien al prójimo, hacer el bien a la sociedad, a la Iglesia. Por sus frutos se reconoce el árbol. Una vida verdaderamente cristiana da testimonio de Cristo. (Papa Francisco, Regina Caeli, 02/05/2021)

Mario A. Hernández Durán, Teólogo.